Título:La detective de las orillas
Autor: Jose Eduardo Gimeno
La detective de las orillas
El escritor Manuel Rivas dijo una vez,
que con lo que arroja el mar a sus orillas, este nos cuenta nuestra historia.
Y las márgenes de los ríos, y los
riachuelos que corretean entre las casas de pueblos perdidos. El agua muestra
como cicerone de la materia un largo recorrer de cosas que conforman lo que
hemos sido, porque lo que ahí se estanca, es algo tirado, abandonado, olvidado.
La orilla del no recuerdo, la margen
del deshecho. Quizás lo que debiera de ser ocultado, el misterio de las cosas
en un objeto mecido en una ola, o acariciado por las ramas de un junco en un
meandro fluvial.
Cada objeto una historia y cada
historia una razón de estar ahí, y no en otro sitio, el experimento del gato de
Schródinger o paradoja de Schródinger que es un experimento imaginario
concebido en 1935 por el físico austríaco Erwin Schródinger para exponer una de
las interpretaciones más contraintuitivas de la física cuántica, el misterio, y
la interrogante de saber algo que no podemos percibir.
El en la caja el gato está vivo y
muerto al mismo tiempo, el objeto ya no es o sigue siendo.
Eran vanos razonamientos, pero ella era
muy dada a tales circunstancias.
El arrullo del mar le hacía de cama
blanda sobre la que divagar mirando los restos de esa humanidad.
El intentar descubrir la procedencia y
el relato vital que confería a cada objeto, era un reto que superaba muchas de
las expectativas de sus congéneres, pero ella dejaba ir ese lado que todos
poseemos y que se llama imaginación que de alguna manera, con algún extraño
bucle se transformaba en una historia real.
En su quehacer había ido a comprobar de
donde surgían los millares de bastoncillos para los oídos que hallaba, los
tapones, las botellas, seguimiento que había callado a los demás para no
parecer una pirada, pero sabía de donde salían esos tapones rojos, y los
azules, y podía enumerar los colores de cepillos de dientes que la gente usaba.
Y curioso, en verano los peines y
cepillos para el pelo abundaban, eso le hacia sacar muchas teorías sobre el
cuidado capilar de la gente en los meses de frío.
Sí, era verdad nada escapaba al ojo del
mar, todo era vomitado con la misma facilidad con la que era engullido a la
fuerza.
Esa mañana, esperaba impaciente ya que
la jornada anterior había habido resaca y en ese estado el mar rebuscaba en sus
fondos de arena tesoros con los que indagar.
Algunas garcillas ya jugueteaban entres
cañas, maderas y un bidón de metal, parte de un cabecero de cama, un camión de
plástico al que le faltaba una rueda,una tetina de biberón y ..... algo
extraño, brillante, que refulgió al salir más el sol.
Se acercó rápida antes de que alguna
alguien se la llevara. Era, una A, una A de imprenta ...... lo
sabía porque en una revista tirada en una duna había observado cómo se hacían
antes las tipografías, y claro había ido a verlo ... pero nadie lo sabía, a una
imprenta, y curioseado por sus ventanas.
Si, sabía cosas por que la curiosidad
la obligaban, y esa curiosidad la hacía vivir. Una A de imprenta, que al
cogerla fue como si portara algo extraño.
Tentada de soltarla ya que le producía
una vibración como una corriente. Nunca le había sucedido, y la dejó caer a la
arena .....
- !Vaya dos generaciones esperando a
que saliera y llega otra y lo encuentra¡ -dijo una voz.
Se giró y vio con sorpresa a un cuervo
albino que la miraba con ojos vivaces.
- Mi abuelo arrojó esa letra al mar, mi
padre esperó a que saliera y yo espero igual hasta que por fin cuando sale, lo
halla otra.
No estaba impresionada de que un cuervo hablara, pero siempre
había visto a sus mayores ignorar a las aves extrañas, así que aunque su
primera intención fue la de hacer como si no lo oía, las palabras del cuervo
blanco le dejaron, una montaña de dudas que se sumaron a las que tenía al haber
notado una extraña vibración en esa A de hierro, y multiplicado por el
deseo insuperable de saber qué y de donde venía eso, así que dijo.
-¿Conoces la historia de esta cosa?
- No es una cosa es una A, la
primera letra del alfabeto y eso es algo serio, y que sepas que ella te ha
encontrado a ti. Así funciona...
-.... funciona ¿el qué?
- Las cosas perdidas que se hallan, las
que desaparecen y no regresan, las que se extravían, las que se encuentran
causalmente, en fin el mundo de las cosas es muy complicado.
- Pero dijiste que conocías su
historia.
- Así es.
- ¿Me la puedes contar?
- No se, no se, verás como te he dicho
llevo tiempo aquí esperando a que el mar la devuelva, y mi razón no es otra que
devolverla a su lugar...
- ¿Dónde?
- En un pueblo del norte de donde salió
.... pero en fin ella quiere otro camino quiere quedarse aquí.
- ¿Y si te dijera que creo que quiere
que la lleve yo?- dijo ella sin pensar, pero pensando con la intuición abierta,
una cosa ya perdida entre su gente eso de seguir la intuición- quizás podamos
ir juntos.
El cuervo albino la miró, miró la A
y asintió.
- Supongo que las cosas poderosas
tienen esas extrañas plumas retorcidas para hallar su lugar. Venga vayamos y
mientras te voy contando que hace aquí y porque un antepasado mío la tiró aquí.
Y se pusieron en marcha.
- Un gorrión salió de Briviesca, y ese
gorrión se la dio a un zorzal, el zorzal, por extraño que parezca lo entregó a
un halcón, que este a su vez la dio a un cuervo aragonés, que ese era mi abuelo
que lo arrojó al mar.
- ¿Por que?
- Era la voluntad de un hombre a punto
de morir asesinado.
- Uyyyyyyy.
- Verás... Su nombre era Antonio
Benaiges, y estaba encerrado en un lugar antes de que lo asesinaran en un lugar
llamado La Pedraja, junto con otras personas....
- La maldad...
- Sí la maldad pero entre la oscuridad
siempre hay una chispa de luz, un retal de esperanza emplumada, y coincidió que
en las ultimas horas de espera, en la soledad de su cautiverio un gorrión entró
en su celda.
Y empezó a hablarle al pájaro y le
pidió un favor muy grande que recordara sus palabras y que llevara esa letra
que simbolizaba para él el inicio de algo muy bello que sabía que sería
truncado. Algo muy bueno debiera haber hecho ese hombre porque la magia de las
cosas que mueven el mundo hizo que el gorrión lo entendiera y se quedó
escuchando.
Los gorriones aunque pequeños son muy
inteligentes y poseen una memoria prodigiosa por lo salió de allí volando y con
sus pequeñas alas llegó hasta un cercado en el que se encontró con un zorzal,
al que le pidió si podía llevar en su pico la A de metal, pues tenía la
misión sagrada, insoluble y demandada por la magia de las cosas bellas de
acercar tal cosa hasta el mar y arrojarla allí.
Y le contó la primera de las historias
para ayudarlo a llevar tan pesada carga hasta el este ya que era pequeño y no
podía por mucho trecho volar, y a los zorzales que son los cotillas de cada
lugar y que siempre les gustan todo tipo de historias accedió.
Y el hombre le dijo ....
Sí, se decía de que la muerte de un
indígena de la selva, de que la desaparición de un chamán tribal era una
pérdida irreparable de un mundo, de un saber ancestral que nunca se recuperaría
....¿pero y de los propios paisanos?, ¿y de los indígenas de los pueblos?, ¿y
de los ancianos que morían en un olvido propio de la barbarie?
La quema de la Biblioteca de Alejandría
se reproduce a cada momento en cada pueblo que se abandona, en cada topónimo
que se olvida ... dejando paso a la Sombra y a su oscuridad.
El pasar de años, quizá siglos por un
lugar borrado de un solo gesto, con una muerte de silencio institucional y
moral, que siempre han ido por separado.
La señora de la guadaña es la
apuntilladora de un olvido en vida, emparedados de saberes que asemejan absurdos.
La cultura de la supervivencia al que
le quedaba solo una generación para desaparecer.
Lo ancestral, rebuscar entre los baúles
los retos de un saber de subsistencia, pero también de dignidad.
Nada de cuentos de colorines del arco
iris... el campo, y su vida eran duras y hoy en día así lo siguen siendo, pero
había cierta conexión con la tierra, era algo extraño, una satisfacción mutua,
¡sí! era eso era un mutualismo que surgía desde alguna parte ancestral
seguramente, en algún recoveco o grieta del desarrollo familiar, el estar no
atado como se hacia en el mercado laboral, ese crecer y crecer hasta reventar
en un universo de crecimiento cero, era otra cosa, era el estar ligado, esa
ligazón ese termino denostado a veces y siempre siempre sujeto a las brujas, a
los hechizos, a la magia, el ligar las a las esencias, los cuerpos en uno solo
con la naturalidad de lo natural, mezclas de pócimas que daban a un fin
misterioso... un halo de si se quiere misticismo entre la tierra y el humano, y
por ende con todos los seres vivos y cosas que lo envolvían.
El entorno ya no era una cosa amorfa y
sin vida, no era cemento anónimo, era la piedra de la entrada del Camino del
Severino, era el Chopo de la Casera, era la Senda del Lavadero, era el portón
carcomido del antiguo convento de las carmelitas. Todo tenía la pátina de
pertenecer a algo que fructificaba quizás como esas pócimas en las casas de las
yerberas en las cocinas de esas alquimistas rurales, la cocina como atanor y la
mujer como maga y madre de todas las cosas.
Siempre fue así.
Y él ya pertenecía a esa mezcla
quisiera no... ahora comprendía las lagrimas de los mayores a abandonar sus
casuchas y sus terruños, por muy miserables vidas que conllevaran, formaban
parte de un todo.... de su propia Anima Mundi, del Genio loci.
Con las palabras de ese hombre,
reflexiones desde el albur de la muerte, desde el pasillo oscuro del no existir
llegaron hasta todo lo lejos conocía el zorzal, pero un halcón que pasaba cerca
los detuvo.
La negociación fue corta ya que el
halcón era ducho a escuchar historias y así con la magia de esa A y de
la misma magia que había hecho que Antonio Benaiges pudiera hablar con el
gorrión, el halcón asió con su poderoso pico la letra y volaron juntos mientras
que le contaba la segunda de las reflexiones.
Y dijo el hombre...
Todo
sucede cuando ha de suceder, no es que todo esté ya escrito o prefijado de
antemano, pero si que, para mi, estoy hablando de lo que yo creo tanto como
experiencia como en datos, para mi pues tengo la total convicción de que
siempre hay un patrón, un guión llámalo así sobre el que pivotarán nuestras
decisiones libres y genuinas.
Hay cosas extrañas, increíbles,
presencias absurdas, de teatro, situaciones que suceden y punto, se saben que
son reales aunque la mente quiera que sea lo contrario.
Un problema
y cien interrogantes, pero una primera. ¿A quién se lo cuentas?, porque sabes
que lo que te ha sucedido es real, lo has vivido, tienes pruebas físicas, el
saber que hay que volver junto a los niños pese al peligro. Un psicólogo, un
psiquiatra, sabes que poca gente de ciencia te escuchará con la mente abierta.
¿Vas al sacerdote de tu parroquia sea cual sea tu confesión religiosa?, ellos
serán los que apagarán las luces que encendimos con la Escuela Libre.
Tampoco, la mayoría de ellas tienden a
demonizar todas estas visiones, serás ignorado, ninguneado, carne de mofa y de
risa.
Si vas a alguien que supuestamente es
heterodoxo y de mente abierta te dará la explicación que más se halle en sus
creencias o sino creencias si estudios; para uno será el resultado de un
contacto, otro te verá como un contactado, otro lo meterán en el mismo saco que
los perros negros de las tradiciones de la Bureba, aves gigantescas, gatos
tenebrosos y de gran tamaño que a veces se ven por algunos lugares.
Damas blancas, fantasmas, sitios
malditos, puertas del infierno, zona de brujas, lugares en los que alguien ha
muerto.
Otro te dirá que llevas una maldición y
habrá que sanarte, un mal de ojo que curar. Llegado a este punto tendrás que
buscar por ti mismo, pero cada visión, sea la que sea siempre se ceñirán a las
características mentales y culturales de quien las ve. Lo que tu ves es solo
para ti, es tu percepción, la que te dice que pese a la sombra de la muerte ese
es el camino para dejar el ascua que encienda futuras hogueras.
El halcón llegó hasta donde acababan
las montañas y se extendían los páramos y allí se despidió ya que ningún otro
ave se acercaría si el estaba, le deseó suerte y se fue.
Entonces apareció un cuervo atraído por
el brillo de esa A de hierro.
- Ese era tu abuelo- afirmó más que
preguntó ella.
- Exacto, y accedió a llevarlo hasta el
mar y allí el gorrión le contó la tercera reflexión.
Y el hombre dijo....
Nadie había llegado tan lejos, cuestión
de intentos, juegos de viajes imaginarios, buscando la oportunidad de ver
mundo. Mirar con los propios ojos, sin la visión distorsionada y de rápido
recorrer de arriba a abajo, más de los quince minutos de la lectura del
periódico...
Peinar arboledas humanas, cabotear
pueblos para pescar sensaciones, la vida en un puño, una eternidad aferrada en
un aroma, la dulce fragancia de una comunidad, almizcle de la supervivencia,
lirios del frescor de la mañana de las
cosas, un todo en un perfume ..... yo lo sentí.
El miedo se
pierde al preguntar, la vergüenza no atenaza solo las lenguas, traba las
decisiones, y no cierra el círculo de la comprensión.
Ver en manos ancianas un millar de
historias humanas, en un tocón perdido en el espacio de un secano un porqué, en
la despedida de un ave la puerta a otra manera de vivir, palabra para hacer
juegos de tinta que arrasaran el alma, que removerán recuerdos quedos.
Nadie ha llegado tan lejos que la
opción de empatizar la de pagar con una sonrisa, la de olvidar la prisa y
sentarse al sol bajo el árbol comunal, hacer parada en los cipreses del tiempo,
en el camposanto de paisanos reales, la de pegar la hebra de la palabra con la
lengua surgida de las cenizas de la hoguera de las vanidades.
Mutar en el entorno, la muerte del ego
para que a rozar piel con palabra se cree la mezcla química de la emoción, la
de que somos pequeñas plantas bípedas buscando semejantes, y en ellos nuestro
reflejo ...... mis niños de la escuela ....
Pero al llegar a la orilla del mar
cerca ya algo sucedió, el gorrión cayó rendido y derrotado por el sobreesfuerzo
y murió. Cosa triste pero natural y circunstancial al ciclo de la vida. Si
fuera un trovador o un poeta como el hombre que contaba sus historias en la
celda hubiera inventado que el alma del pequeño pájaro se hizo luz ... pero
desgraciadamente las cosas son así. Real como la muerte, como el asesinato, la
bala que vence a la palabra, el odio visceral que sale a flote como nauseabunda
miasma de la oscuridad humana, la más densa.
Todo es hilo de la trama que nos teje,
nada más.
- Y mi abuelo..... y mi abuelo.
- Sí, tu abuelo.
- Hizo mal, y no arrojó al mar la
pieza, se la quedó por su brillo y cerca se fue a dormitar.
Al despertar sus plumas eran blancas y
asustado arrojó el A al agua y volvió hacia su hogar, pero cada vez que
llegaba a un punto bandadas de gorriones lo echaban hacia atrás con furia.
“Romper una promesa es como quebrar el
universo, recoge la letra cuando así el mar la quiera dar, mientras tu no
saldrás de este lugar, y mientras no lo hagas todos tus descendientes aquí
miraran”.
Eso le gritaban los gorriones.
Y así ha sido desde entonces, más 70
vueltas al sol o más hasta hoy.
El resto del camino volaron en silencio
cambiándose la pieza de imprenta para descansar hasta que llegaron al lugar, a
un pueblo llamado Bañuelos de Bureba, allí había una casona vieja,
destartalada en la que por una ventana
rota entraron.
Sobre una mesa en mitad de cacharros,
garrafas de mimbre y cristal, pupitres viejos, periódicos viejos, tablones,
hoces oxidadas estaba una pequeña imprenta y en una caja abierta letras de
grabar.
Con parsimoniosa ceremonia el cuervo
depositó la letra en su sitio y de pronto sus plumas, en un parpadeo se
tornaron negras .
Ella
emocionada por el suceso y agradecida sin nada que ofrendar ante tal
espectáculo de magia se quitó una de sus plumas, sí la detective arrancó una de
sus largas plumas y junto a la imprenta la dejó.
- Muy bello, mis congéneres no me
creerán- dijo- y la gaviota voló junto al cuervo, la detective alada que trajo
a ese lugar un retazo de mar, la tinta con sal enamora, hechiza y eso fue a
ocasionar otro suceso extraño y para nada vulgar.
Al mismo tiempo que salían por el
ventanuco, la puerta de la Escuela de Bañuelos fue abierta, y se oyó un
crepitar de hojas y la serenidad, y quien entraba tuvo claro que el maestro
Benaiges debía de resucitar.
Y desde entonces hasta ahora y hasta
que tenga que pasar existe en la Bureba un pedacito de mar, mezclado con tinta
que se hace llamar Asociación Escuela Benaiges de Bañuelos de Bureba.
Caso resuelto por la gaviota detective
de las orillas del mar, y como dijo el maestro Antonio Benaiges:
“Aquí me quedo. Veo claro como voy
haciendo luz,en los cerebros de cada uno de estos chiquillos y chiquillas y me
hago luz también en el pueblo y abrigo la esperanza de que un día,por la obra
de un Maestro de escuela, platee y reluzca como ascua, capaz de iluminar....
qué sé yo, a medio mundo, al mundo entero”.
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