jueves, 20 de noviembre de 2014

La alegría de Benaiges


     El mejor hacer en el aula pasa, sin lugar a dudas, por la actuación educativa en orden a la alegría. La alegría se vive y de esto el maestro Benaiges sabía mucho: de vivir la alegría con pasión. De hecho en su maleta de cartón trasladó a Bañuelos su gramófono, probablemente el primero que se viese en el pequeño pueblo burgalés. Oía música junto a los niños y en cuanto las notas vibraban por el aire sus pies danzaban de forma acompasada. Para su familia era un hombre alegre y bailarín. Para sus alumnos y alumnas era el portador de la alegría, el afecto y la libertad.


     El estilo educativo del maestro pasaba por concebir las relaciones humanas como pertenecientes a la educación, tanto como por constituir un objeto de educación en sí mismo, como por ser parte esencial del acto educativo, y se caracterizaba por tener en cuenta a los escolares. ¿Qué es un niño sino algazara y alborozo? Esta concepción de las relaciones interpersonales en el aula se hizo evidente en el tipo de vínculo que Benaiges estableció con sus niños: una interacción sincera, fluida, cálida y alegre. Y tal era así que los niños querían y necesitaban ir a la Escuela. El estilo abierto, alegre, dialogante, participativo y convivencial que propugnaba, fomentaba el bienestar en el aula. Niñas y niños se sentían seguros, confiados y libres entre aquellas cuatro paredes, mucho más que en casa donde la dimensión afectiva de sus vidas se veía mermada y achicada. Benaiges, sin querer, les regaló las condiciones para relacionarse satisfactoriamente con los demás además de promover su formación intelectual. A partir de un ambiente escolar presidido por la cordialidad, la confianza, la alegría y el respeto por sus intereses, les enseñó, les motivó y les orientó en la ardua tarea de vivir, es decir, les educó. Fue un maestro auténtico, auténtico y alegre.

     ¿Escucharían en el gramófono a Gardel? Probablemente sí, ¿por qué no? Y bailaría tangos con las niñas y enseñaría a los niños la letra de “Volver”. Pero él ya nunca volvió.



DIÁLOGO

Yo 
Voy a la Escuela.
Mi madre
No vayas.
Yo
¿Por qué?
Mi madre
Porque está nevando.
Yo
Ya me taparé con la manta.
Mi madre
He dicho que no vayas.
Pero yo me vine a la Escuela.

Recreo, núm. 3 (julio de 1936)



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