Voy
leyendo, en buena compañía y en voz alta, las fotocopias de algunos
cuadernillos de los que fueron, hace ahora casi 80 años, lo alumnos y alumnas
del maestro freinetista, Antoni
Benaiges, en un pequeño pueblo de Burgos. Estos fascinantes libritos hacen una
exposición sosegada de lo que fue su día a día durante un par de cursos de los
años 30 del siglo pasado. En un lenguaje
espontáneo y natural, niños y niñas
describen su entorno cercano y narran los hechos de los que fueron
testigos: una jornada dedicada a la colada, la inesperada visita de un
retratista, cómo nieva en La Bureba… Y van aportando, también, soluciones a los
pequeños problemas de la vida cotidiana que el maestro les planteaba: ¿qué
harías si estás comiendo cerezas de un cerezo ajeno y aparece su dueño? ¿Qué
harías si vas a Briviesca y te pierdes?... El maestro abogaba por la
construcción del conocimiento sin necesidad de practicar procesos de enseñanza
- aprendizaje basados en la memoria y la repetición mecánica, y sin necesidad
de aplicar refuerzos negativos, ni mucho menos castigos. Los alumnos y alumnas
en su aula podían equivocarse, errar, expresarse sin temor a ser
sancionados. Sus reflexiones, sus descripciones, sus respuestas, me hablan
de niñas y niños a los que Benaiges ofreció la capacidad de pensar, de
disentir, de investigar, de especular, de observar, de expresar, de descubrir,
de discurrir, de fabular, de valorar, de sentir y, cómo no, de fomentar su
competencia social y sus capacidades de razonamiento y reflexión ante la
vida.
Tal como voy leyendo me voy riendo con lo que
contestan y comento su sagacidad, su modo de ver y contemplar el mundo, la
locuacidad de la que hacen gala, y al mismo tiempo que me río, valoro cada
vez más la labor de un hombre que supo
ofrecer la oportunidad de aprender de un modo innovador y diferente a como se
venía haciendo en un país que por entonces soportaba tasas impronunciables de
analfabetismo y de miseria.
Y voy comprendiendo que Benaiges fue más allá
de enseñarles a leer y a escribir con una imprenta y un rodillo, también les
indujo a expresar ideas previas sobre las que construir el conocimiento sobre
las cosas y, finalmente, a hacerlo suyo. Les enseñó a “aprehender el
Saber”, a apropiarse de él.
Fotografía Sergi Bernal |
¿Qué sabéis del mar?, les dijo un día. Del mar expresaron conocimientos intuitivos o información tomada de terceras personas con la que fueron construyendo imágenes mentales no muy alejadas de la realidad pero que nunca pudieron saber si eran certeras. Para aquellos niños y niñas suyos, su muerte enterró en un monte la experiencia vital de conocer el mar.
Paso a leer en silencio y capto lo que no está escrito. Reflexiono. Me percato de la cristalina visibilidad de sus alumnas y deduzco el trato de igualdad que recibieron durante su magisterio. Pronto llegaría la perniciosa labor de la Sección Femenina que atribuiría a las niñas “la exclusiva misión del hogar en la tarea de la patria”. Tras el impune asesinato del maestro, aquellas niñas, luego mujeres, fueron invisibles durante mucho tiempo pese a que ya no firmaban con su huella y sabían pensar y escribir cientos de palabras. Y como mujer que soy comprendo que Benaiges no sólo enseñó a aquellas niñas de Bañuelos a saber hacer sino también a sentir, a saber pensar y a saber ser. También a los niños.
Fotografía Sergi Bernal |
Comparto la emoción al leer su escrito, Gema, al igual que cuando leo los escritos del Maestro.
ResponderEliminarEs el sentir de la mujer, niña, educadora y madre que se pone de manifiesto ante el buen hacer de este Maestro de nuestra Escuela Benaiges.