Recibir nuevos socios siempre es un placer. Nos acompañan en el camino y en la ilusión y nos traen regalos como estos preciosos textos.
La escuela y el maestro continúan inspirando a los corazones llenos de sensibilidad.
Bienvenidos Juan Carlos Gallego y Jose Eduardo Gimeno García. Llegáis y nos llenáis de poesía y nueva luz.
12
de septiembre 1946
Mis padres
me han prometido viajar hasta el mar cuando cumpla los quince, que será dentro
de quince días. Pero eso me da miedo. Me asusta mucho porque no quiero que nos
pase algo malo a causa de querer realizar tal viaje; miedo porque se repita
aquella y tantas otras tragedias que bastantes pesadillas nos han causado. Porque
hasta que no nos marchemos de este lugar no sentiremos el alivio de estar lejos,
lejos de los que nos causa miedo. Cada día esas miradas juiciosas que nos
vigilan y todas las estúpidas sospechas que se ciernen sobre nosotros están
haciendo que nuestras vidas sean cada vez más un verdadero suplicio. El hambre nos
pesa menos. Mi padre sueña con llevarnos a vivir a Francia, mi madre con que yo
estudie en un buen instituto, lejos de dogmas y supersticiones.
15 de septiembre
Necesito
contarte todo esto, amigo Antoni:
En estos
últimos años he descubierto que hay recuerdos que duelen, y que pueden estar
siempre presentes si uno lo quiere. Dentro de mí viven unos cuantos que
controlan mis sueños futuros, mis anhelos. Los primeros años de mi infancia
fueron muy agridulces, como ya sabes profesor, porque en la escuela me fue muy
bien, hasta me encantaba ir, pero todo terminó siendo algo muy feo. Después
siguieron más acontecimientos, pero entre tanta negra memoria hay un recuerdo
luminoso, profesor. Me refiero a ti, a
esa persona que vino de una tierra más azul y más húmeda. Te cuento esto porque me enseñaste cosas que por aquí nadie llega a
aprender. Mis padres estaban muy contentos contigo porque me hiciste amar la
lectura y la pasión de escribir. Cómo me gustaría que pudieras leer lo que
ahora escribo porque mis palabras son para agradecerle todo lo que recibí de
tus amorosos actos, por la preocupación y paciencia que demostraste hacia mí y
hacia mis padres. Porque fuiste amigo además de maestro. Cada día soporto menos vivir aquí y no quiero
agobiar a mis padres con estos asuntos, que bastante tienen ellos con llevar la
casa adelante, cuidarme y ahorrar para mis estudios.
Qué nítidos
son mis recuerdos de aquellos años en que fuiste profesor en el pueblo, qué
amplios se veían los horizontes gracias a tu estancia aquí. Fue poco el tiempo
que le aportaste luz a esta escuela pero para mí lo bastante intenso como para
recordarlo toda la vida.
17 de septiembre
Quería
contarte que hace unos meses emergí de un mutismo selectivo, así dijeron que se
llamaba. Comentaban mis padres que fue a causa de un dolor del alma. Me dio por
callar; leer y callar, como me aconsejaste, y leí. Eran libros que llegaban a
casa de forma misteriosa, clandestina. Mi madre se preocupó mucho por lo que me
pasaba pero cuando vio que leer me hacía tanto bien se tranquilizó. Perdió al
bebé que traía en su vientre el verano de tu “desaparición”, yo aún tenía cinco
años cuando ocurrió. Me hubiera gustado crecer y verlo todo como lo veo ahora,
la impaciencia por crecer me ahogaba y ahora me ahoga el querer salir de este
lugar.
19 de
septiembre
Hoy estoy
mejor que otros días, maestro. Cada vez que siento necesidad de escribir y
contar vienes a mi memoria, porque me contagiaste el afán de comunicar. Algún
día leerán mis palabras escritas en este cuadernillo. Algún día llegará a
alguien lo que cuento.
En clase siempre
fui el más aplicado, y mi padre presume de eso con los más allegados. Cuando
sea mayor voy a ser escritor. Mi padre me dice que me lo piense bien. Ya empezó
a dejarme trabajar en la huerta cuando él no encuentra tiempo, y eso lo aprendí
de ti, profesor, pero también mi padre puso mucho interés en que yo empezara a colaborar
en las tareas comunes. Hay temporadas en que compartimos algunas horas entre
las siembras y las recolectas de nuestra huerta, que no sólo es nuestra, mi tío
Virgilio tiene allí unos metros de tierra, pero con él coincido menos. Además
no me fio, es muy amigo del señor cura. Ante él no puedo comportarme como soy.
Mi padre, al
terminar la faena en la tierra, se sienta a veces y mira a un punto fijo, como
pensando en cosas que yo no debo saber todavía; se queda como tonto y no me
gusta interrumpirle por si le da un aire del susto.
20 de
septiembre
Hoy hemos
leído juntos, como siempre a escondidas, mis padres y yo. A mí me dio por
escribir estas palabras. Faltan siente días para celebrar mi cumpleaños y ya
siento nervios por lo que pueda suceder.
¿Podremos
viajar? Mi padre lo dice con seguridad y no es que desconfíe de él pero…La
gente se hace preguntas sobre nosotros, les parecemos raros, lo veo cuando mi
madre se cruza con alguno de los vecinos del pueblo. Ella se queja diciendo que
qué afición es esa de meterse en la vida de los demás. Tiene que mentir piadosamente
para disuadir la atención de la gente. Otra cosa, no tengo amigos en este lugar
desde que dejé de ir a la escuela. Desde el día de tu desaparición, profesor,
mis padres te tomaron el relevo. Te imitan muy bien.
27 de
septiembre
Hoy, el día
de mi quinceavo cumpleaños, el más triste de mi vida por lo acontecido cuando
nos disponíamos a salir de casa para montar en el ómnibus, dirección Mont-roig,
donde se encuentra el mar de los pequeños visionarios. Tu mar, profesor.
Dos hombres
se han llevado a mi padre no se sabe dónde, ha desaparecido ante mi mirada, y a
mi madre la han forcejeado y tirado sobre la cama y le han roto las ropas con
violencia. Quedo viviendo con mi tío, escondido, escribiendo con dolor estas
las palabras, aterrorizado. No sé si volverá mi madre ni lo que sucede con mi
padre. Mi tío habla de un auxilio social para mí, tampoco sé bien qué es eso.
No quiero preguntar, prefiero esperar a que suceda algo mañana, algo
esperanzador. Se me ha cerrado la garganta, hay un nudo en ella que no deja
volar las palabras. Tengo un agujero en el estómago que me está encogiendo.
Maestro Antonio, no conoceré el mar porque el mar lo llevo dentro.
José Eduardo Gimeno García
"Era el encerado ni negro ni verde,
tenía un tono penetrante que estaba marcado por los restos de una vida de líneas de tiza trazadas,
consoladas de resultados matemáticos,cruces de letras para fechas,
tenía un tono penetrante que estaba marcado por los restos de una vida de líneas de tiza trazadas,
consoladas de resultados matemáticos,cruces de letras para fechas,
palabras garabateadas por manos sugerentes
Era una pizarra sin líneas rectas,
sin aristas agresivas de triunfo,
su estrategia era la de la suavidad de sus bordes redondeados,
un lugar fértil al que mirar sin miedo,
cayado de mente abierta.
sin aristas agresivas de triunfo,
su estrategia era la de la suavidad de sus bordes redondeados,
un lugar fértil al que mirar sin miedo,
cayado de mente abierta.
Paseé mis dedos varias veces por ella,
suavemente,
con la locura de quien ve lo que otros enmudecen,
olía a mar,
pero a mar cercano,
a ese salitre que te sumerge en lo primordial.
suavemente,
con la locura de quien ve lo que otros enmudecen,
olía a mar,
pero a mar cercano,
a ese salitre que te sumerge en lo primordial.
Olas de tizas surcando abismos infernales que llegarían,
y en esa oscuridad,
en esa negrura estaba el crisol,
la esperanza de la luz,
esa luz infinita que crea mundos en la intimidad del pensamiento.
y en esa oscuridad,
en esa negrura estaba el crisol,
la esperanza de la luz,
esa luz infinita que crea mundos en la intimidad del pensamiento.
Ese palpitar de la esquina izquierda en la que se puso la
fecha cada mañana,
ese notar los números cargar el saludo de etapas vitales,
esa maravilla de aprender y de saberse parte de una comunidad,
ese sabor dulce del centro del encerado, donde apenas se había paseado la tiza,
expectante,
senda y camino de desfiles de ideas tribales,
teniendo como tribu al mundo entero.
ese notar los números cargar el saludo de etapas vitales,
esa maravilla de aprender y de saberse parte de una comunidad,
ese sabor dulce del centro del encerado, donde apenas se había paseado la tiza,
expectante,
senda y camino de desfiles de ideas tribales,
teniendo como tribu al mundo entero.
Y ese susurro ululante del árbol de la plaza visto desde la
pequeña ventana...
....la emoción de estar en un centro de luz,
mirarme las manos y no ver otra cosa que polvo de plata,
los ecos de una Luna esquiva entre la esperanza de que nada muere,
todo existe para ser acunado nuevamente,
mientras la barca celeste nos lleva por el mar de las emociones,
los deseos y los sueños.
....la emoción de estar en un centro de luz,
mirarme las manos y no ver otra cosa que polvo de plata,
los ecos de una Luna esquiva entre la esperanza de que nada muere,
todo existe para ser acunado nuevamente,
mientras la barca celeste nos lleva por el mar de las emociones,
los deseos y los sueños.
Sí en ese encerado ni negro ni verde se hallaban todos los
colores del universo,
jugando entre las olas de un mar sonriente.
UBUNTU".
jugando entre las olas de un mar sonriente.
UBUNTU".
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